.... y eso es todo por hoy, estudien para el control del viernes.
Cojo el bolso y salgo de la sala, me despido de mis amigos y camino. Y trato de despejarme un rato del ambiente universitario, pero no lo logro, necesito llegar a ese punto de relajación. Claramente existen atajos llámense drogas, alcohol, fármacos; pero como no habrá otro medio, pienso y pienso la pregunta y nada al limpio saco, me atasco en aquel pensamiento y derrepente salgo de ese letargo y hago para la micro, debo cargarla, pienso luego de ver el saldo de mi tarjeta.
Trato de seguir en lo que iba pensando, pero no puedo, lo ignoro e intento soportar el sueño que trata de abordarme, pero siento un calor extraño, y una puerta se abre frente a mi cara, debo subirme al vagón del metro. Como animales vamos todos y la gente lo soporta, se canso de alegar o tal vez el temor a las repercusiones los dominan o yo que se. Debo cambiar de linea, para mi tan solo es un cambio de color, para otros una mira, un aire, un paisaje distinto. Para colmo ya oscureció no alcance a ver la puesta de sol por los gigantes ventanales de esa vieja y cultural estación.
Un extraño olor siento, como sopaipillas, lechuga cocida, alcohol y otras combinaciones, pero trato no ponerle atención, ahí viene la micro, oigo decirle una señora aparentemente a su hijo que revoloteaba por el paradero, somos pocos ni fila se formo, afortunadamente este bicho viene vació, así que asiento toque al lado de la ventana, como me gusta ese asiento, el vientecito de la ventana como que te mantiene despierto .... Por favor puedes cerrar la ventana, estoy algo resfriada, me dice una joven que iba sentada al lado mio algo abrigada, gracias responde sin prisa, al acceder a su petición, sus ojos me recuerdan algo, no sé que es en realidad, algo que nunca supe si lo tube o no, que si jugo o no me mintio, quien sabe el tiempo, tal vez.
Al no llevar la cara al viento me bajo algo el sueño, pero no quiero dormir, no tengo ganas, de una parada a la otra siento no estar en la micro y camino, por una avenida en la cual el techo era el follaje de los arboles y a mi lado camina una bella mujer tal vez la conozca por la forma en que entrecruzamos nuestros dedos de nuestras manos, me sonríe y me cuenta sus anécdotas, a las cuales suelo responder con otra pregunta, me gusta escucharla y observarla.
De improvisto esa bella escena se mueve hacia adelante y con ello mi mente vuelve del letargo, estaba durmiendo y la maldita clase aun no terminaba...
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